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Disidente de utilería

Siempre aparece uno.

El del peinado extravagante, el que grita más fuerte que todos.
El que dice que todo está podrido, que lo va a prender fuego, que él no es como los demás.
Se le nota en el volumen, en la mirada desorbitada, en el gesto grandilocuente.
Uno lo ve y piensa: “Ah, por fin alguien que no se calla”.
Parece que viene a patear el tablero.

Pero el tablero está atornillado a la mesa.
No se patea así nomás.
Y mucho menos con zapatos lustrados.

El fuego que prometía encender,
lo usó para recalentar la sopa vieja.

Hay que tener cuidado con el que grita desde el escenario.
Cuidado con el que se presenta como el único que dice lo que nadie dice,
mientras le ponen luces y micrófonos desde todos lados.

Cuidado con el disidente que tiene sponsors.
Porque el sistema, cuando siente que la bronca se le va de las manos,
no solo reprime: te ofrece un falso profeta.

No hay revolución donde hay lugar asignado al rebelde.
No hay disidencia que se celebre desde arriba.
No hay ruptura donde el grito entra perfecto en el horario central.

Ese es el peligro del disidente de utilería.
No solo no incomoda al poder,
sino que lo oxigena.

Nos hace creer que ya alguien está diciendo lo que hay que decir.
Que ya alguien está peleando por nosotros.
Así podemos seguir callados, tranquilos,
tomando sopa,
masticando la indignación,
regurgitando injusticia.

El problema no es el que grita. Es el silencio del que escucha.
La trampa no es el falso profeta. Es nuestra comodidad para creerle.
Buscamos un rayo que parta la noche, para no tener que encender, nosotros, la pequeña luz.

El disidente de utilería existe porque le construimos el escenario.
Y mientras aplaudimos al que grita, el sistema nos sirve otra cucharada de sopa recalentada.
Porque la ruptura de verdad no pide permiso. No espera el horario central. No tiene sponsors.

La ruptura de verdad no es un hombre gritando solo.
Es un murmullo que se hace coro.
No te pide que lo mires. Te pide que te levantes.

Y eso no se televisa.

Porque eso sí sirve para voltear el tablero.

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